Descripción enviada por el equipo del proyecto. GEOFLEXIA DEL PAISAJE: PABELLÓN DEPORTIVO
Desnudando y reinterpretando un material pobre, imperfecto y geológico, para posar, en definitiva, un techo de protección casi de papel bajo un estado de tensión e ingravidez donde la luz cuela y emana al mismo tiempo. Surge un lugar místico y cavernoso que conecta, a través de la experiencia, la identidad local del territorio con el deporte colectivo.
AUTOSOSTENIBILIDAD: PAISAJE COMO VÍNCULO COLECTIVO
La tierra, y de una forma más precisa la geología, constituye para los güevejereños un significado de identidad de gran importancia, no sólo como el medio rural de subsistencia en el pasado, sino como un elemento muy presente en su memoria colectiva llena de devastadores recuerdos como la destrucción en dos ocasiones de este núcleo rural debido al movimiento de las placas geológicas: el terremoto de Lisboa en 1775 y el de Andalucía en 1884.
La autosostenibilidad de la arquitectura pública propuesta radica, en gran medida, en su capacidad para conectar con los habitantes como parte del paisaje local escrito y vivido en su memoria, de modo que desencadene un vínculo de propiedad indisociable con el mismo, capaz de hacer emerger la ética del respeto y protección hacia el mismo y por tanto su automantenimiento.
La interpretación geofléxica de la geología arcillosa del emplazamiento va a constituir el elemento de referencia presente en el paisaje local, capaz de modelar de forma cavernosa los espacios de tránsito entre interior-exterior y los dedicados a la práctica deportiva, construyendo un episodio lleno de significados en la memoria inconsciente de los usuarios. El proyecto ha contado con un proceso creativo abierto a la ciudadanía, una metodología que ha pretendido no sólo un mayor acercamiento activo entre técnicos, públicos, colectivos y ciudadanos para entender de una forma más cercana demandas y hábitos, sino un refuerzo del vínculo entre ciudadanos y paisaje.
INTERMEDIANDO ENTRE NATURALEZA Y ARTIFICIO
El lugar público contemporáneo exige una forma de vida intensa una arquitectura que logre hacer confluir una mayor mixtura de propósitos y atenciones dispares. Las envolventes murarias, emergencias geológicas del paisaje existente, conviven con nuevos elementos tecnológicos significativos de su época para completar el nuevo volumen espacial. Una lámina curvada de aspecto metálico, autoportante y ligera como una hoja de papel, parece posarse mediante un gesto mínimo sobre la naturaleza arcillosa, dotando de la protección necesaria para la práctica deportiva en todas las épocas del año. La sensación de ligereza e ingravidez de este elemento exótico al paisaje queda reforzada a través de una línea de luz perimetral que actúa de junta de unión, haciendo perder la visión de sus apoyos y a la vez permitiendo una iluminación permanente, mística y cambiante a diferentes horas del día.
En el espacio interior, un elemento claramente revestido en madera natural coloniza el espacio central semi-rodeándolo, conteniendo ciertos elementos tecnológicos como el ascensor, redes de instalaciones y gradas retráctiles que facilitan un uso más versátil del espacio y se encarga de articular las circulaciones entre usuarios y espectadores. Los primeros discurren en planta baja por galerías comprimidas, semioscuras y profundas, que convierten el recorrido desde vestuarios a la pista central en un tránsito previo preparatorio de introversión y autoconciencia hasta acceder al gran volumen central luminoso o al resto de pistas deportivas exteriores. Los espectadores, por el contrario, son conducidos hacia un recorrido visual elevado que permite reforzar la percepción de las cualidades materiales, espaciales y lumínicas del espacio central deportivo.